-¡¡Cammeron!! -Gritaron los dos jóvenes atrayendo la atención del resto de la gente en la cafetería, cuando la chica se desvaneció.
-Estoy bien... Estoy bien... -Repetía una y otra vez, mientras mucha gente, sobre ella le preguntaba si necesitaba agua, un dulce, lo que fuera. La recién desmayada estaba con el abundante cabello recogido y sentada contra la pared. Doreen, sentada junto a ella, la miraba preocupada. Frederic había ido por el Cello, la obligarían a regresar al hotel para que descansara. Le parecía patético que hicieran todo aquel alboroto solo por que se había descompuesto por un segundo.
-No es normal desmayarse así de la nada ¿sabes?
-Doreen, no fue nada. Estoy perfectamente bien -Decía entre dientes, fastidiada.
-No estás bien. Deberías revisarte, no es nor...
-Señorita Stuart... -Aquello no era posible para aquella muchacha, el director de la Academia ahora también se encontraba de pie, junto a otras tres personas de la cafetería. -Ya hemos llamado al hotel, pronto llegará un taxi que la llevará a su departamento para que descanse.
-Señor, realmente no creo que sea necesario. Yo me siento bien... -Dijo incorporándose para demostrarlo, pero sin duda había sido una mala idea, ya que tan pronto como se puso en pie, se tambaleó, y todos se lanzaron sobre ella -o al menos desde su perspectiva- para evitar que cayera nuevamente al suelo. -Estoy bien, fue un pequeño desmayo. -Dijo intentando sonreír. No creo que sea necesario que me tenga que retirar de la Academia...
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-Procura descansar, si no te sientes bien, ve al doctor...
-Estoy bien. Ya relájate. -Murmuró molesta desde adentro del taxi. Frederic y Doreen le hablaban desde afuera, ambos preocupados. ¡Vaya alboroto habían armado! Se sentía realmente avergonzada.
-¿Lista, Señorita? -Dijo el chofer.
-Si. -Respondió y volvió a mirar a sus amigos- Estaré bien, iré directo a la cama. -Dicho esto sonrió, y el taxi avanzó rápidamente. -Lléveme a cualquier tienda de discos, por favor.
-Pero señorita, me dijeron que... -Cuestionó el hombre, pero la chica lo interrumpió.
-Por favor. A cualquiera. -El hombre obedeció y la dejo justo en frente de una.
-Hola... El disco de... ¿Los Beatles? -Preguntó al entrar a la tienda, una mujer delgada y joven la atendió.
-Si claro. Un segundo. -Dicho esto, salió del mostrador y tomó uno de aquellos álbumes rojos de la ventanilla- Es el último que nos queda. Vaya que se venden rápido, están ganando mucha fama... Todas las chicas sueñan con conocer a al menos uno ¿no es así? -Bromeó, tratando a Cammeron como a una chiquilla loca y fanática de aquellos cuatro. Ella hizo una mueca, parecida a una sonrisa, justamente deseaba no conocer a uno de ellos. Maldijo por lo bajo mientras pagaba, igual se encontraba allí comprando uno. Quería confirmar si la razón por la que se había desmayado era cierta.
Al salir de la tienda, no miró si quiera la portada, lo introdujo en una bolsa y caminó hasta el parque mas cercano. Se sentó en una pequeña banca, respiró profundo y metió su mano en aquella bolsa cerrando los ojos. Lo puso al fin en sus regazos y lentamente buscó con la mirada aquel rostro...
-Mierda... -Murmuró. No había duda de que fuera el, estaba completamente segura. A menos de que en Londres existiera un clon exacto de aquel viejo amigo suyo, cosa que dudaba. -Mierda... -Volvió a repetir y tiró la cabeza hacia atrás, hasta quedar mirando las nubes. No sabía por qué le estaba afectando, por qué deseaba tanto jamás haber visto esa portada.
Le alegraba que El estuviera en una banda exitosa, no había duda. Pero quería estar al margen de eso, le hubiera encantado no saber mas de el nunca mas en su vida. Pero al mismo tiempo, muy en el fondo de su corazón, aunque no lo admitiera ni siquiera en sus pensamientos, Cammeron ansiaba, anhelaba y extrañaba aquellos días... Cammeron extrañaba a aquel muchacho de Liverpool, que no quería nombrar.
Los días pasaron, el disco se encontraba descansando en la mesa, sin que nadie lo tomara desde la semana anterior. Cammeron no quería ni tomarlo en sus manos, mucho menos escucharlo. La semana pasó con normalidad, pero sin poder sacar de su mente a aquel muchacho. Odiaba que le estuviera sucediendo aquello... Nuevamente llegó el fin de semana, cada vez aquel cuarteto tomaba mas fama, era de lo único que hablaban las chicas...
-... y yo estoy completamente segura de que si van a durar muchos años, porque no solo son apuestos, su música es muy bue...
-Doreen... -Interrumpió Cammeron a su amiga, iban caminando por los jardines de la Academia- Deja de hablar de esos cuatro idiotas ¿quieres? -Respiró profundo mientras miraba la cara de su amiga, que se había quedado congelada- Son solo un grupo mas. -Refunfuñó y puso los ojos en blanco, mientras encendía un cigarrillo. Entonces, antes de que pudiera dar otro paso, Doreen se paró frente a ella impidiendo que siguiera caminando.
-Dime que te sucede.
-¿Que me sucede? No me sucede nada... -Respondió como si aquella pregunta fuera algo ridículo. No quería que nadie se enterara.
-Estás demasiado distraída, Cammeron.
-No es cierto. Déjame pasar. -La contradijo fríamente mientras botaba el humo por la boca. Doreen la miraba a los ojos intentando descifrar el dilema interno que se notaba llevaba por dentro Cammeron, pero no lo lograba, era como si tuviera una barrera que la separaba de los demás.
-No me mires así, es incómodo. No estoy distraída. Solo descansa un poco a los estúpidos escarabajos.
-No te desquites con ellos. No tienen nada que ver, ellos no son el problema. Descubriré que te sucede, Cammeron. Ahora tengo que ir a clases.
-Si, ve... -Su amiga dudó unos segundos
-¿Estas bien? -Inquirió con ojos de preocupación.
-Estoy bien. -Respondió, intentando sonreír lo mejor que podía. Doreen se alejó después de responder con una sonrisa llena de preocupación, mientras Cammeron miraba como se alejaba.
Era viernes, ya había terminado sus clases. Se sentó bajo un árbol a terminar de fumarse el cigarro.
-Vas a envejecer mas rápido y te dará cáncer de pulmones. -Dijo una voz a sus espaldas, sobresaltándola.
-Si, claro... Tonterías. -Balbuceó, mientras Frederic se sentaba a su lado. -¿Quieres uno? -Le ofreció la caja de tabaco.
-No, gracias. Así que, ¿me dirás a mi que te sucede?
-No es posible que tu también sigas con eso, Fred... -Le dijo casi en un susurro sin mirarlo, con la vista perdida y el cigarro frente a su boca.
-No tienes por qué hacer como si no sintieras. -Estás palabras aturdieron la mente de Cammeron, que miró al muchacho con odio y espetó:
-No sabes nada de mi. No sabes lo que hago ni por qué. No me conoces, Frederic. -Botó su cigarrillo en el pasto, se puso en pie y se alejó de allí, ignorando las dos veces que su amigo la llamó para que se detuviera. Fue por su instrumento y muy decidida salió de la Academia, rumbo a su departamento, mientras caminaba, su mente divagaba... No podía dejar de pensar.
Pronto su brazo comenzó a cansarse por el peso del instrumento, y se percató de que había estado caminando sin rumbo. Había llegado a una calle rodeada por arbustos, pero bastante solitaria.
-Mierda, Cammeron. Mira donde te has metido... ¿Donde diablos estás? -Se decía a si misma en un susurro.
Camino por aquella calle, quizás la llevaría a alguna parte conocida. Un auto negro pasó junto a ella y se estacionó unos metros adelante. Un hombre joven salió de aquel auto, al parecer dispuesto a subir unas gradas que llevaban a una gran puerta.
-¡Señor! ¡Disculpe! -Gritó impulsivamente Cammeron, mientras caminaba lo mas rápido que podía, por el peso del Cello. El hombre volteó a mirar a la joven que se acercaba a ella y la espero con una amable sonrisa.
-¿Si? -Respondió.
-Disculpe, yo... -Comenzó balbuceando, con voz agitada- ¿Puede decirme como se llama aquí?
-Si, claro. Estamos en Abbey Road.
-¿Abbey Road? -Repitió aún agitada, entonces tuvo la necesidad de bajar el Cello y ponerlo en la acera, su brazo estaba caducando- ¿Que tan lejos estoy de el Hotel San Sebastian? -El hombre, quien la miraba entre entretenido y educado, se sorprendió y la miró esta vez preocupado.
-¡Valla, linda! Estás bastante lejos.
-¿En serio? -Susurró con angustia, sentía punzadas en la espalda, le dolía el brazo y sus pies no aguantarían mas, estaba segura. Y lo mejor era que había gastado el último dinero en cigarros, así que no podría irse en taxi. -Bueno... ¿Y por donde es? -No le quedaba mas que comenzar su viaje de regreso al hotel.
El hombre la miró con sus ojos celestes unos segundos dudoso.
-Mira... Sigue directo, allí encontrarás un cruce, seguí por la izquierda y llegarás a un parque. Cuando llegues ahí pregunta a alguien, creo que es mas sencillo explicar la dirección desde ese lugar.
-Muy bien. Gracias, señor. -Se despidió la muchacha algo acongojada, mientras no podía disimular una mueca de dolor al volver a levantar el Cello. Y comenzó a caminar en la dirección indicada.
-¿Eres cellista? -Preguntó el hombre cuando había dado unos tres pasos. Cammeron se volteó.
-Así es. -El hombre se acercó un poco.
-Escucha, creo que es mejor que descanses un poco, no creo que llegues hasta el Hotel, es un camino largo. Si quieres entrar a el estudio, te sientas y le diré a alguien que te vaya a dejar cerca del Hotel.
Cammeron miró a aquel hombre, parecía amable y no creía que tuviera malas intenciones y luego a la entrada, así que era un estudio. Pero luego recordó que no debía confiar en cualquier persona. No debía dejarse engañar por las apariencias.
-Sin compromisos, señorita. -Volvió a decir- Lo digo porque pareces cansada. -Cammeron lo miró sin decir palabra, entonces aquel hombre sonrío- Soy George Martin. -Dijo tendiéndole una mano, Cammeron la estrechó- Y esos son unos estudios de grabación.
La chica sonrió, algo en la mirada de aquel hombre le daba confianza.
-Soy Cammeron Stuart. Estaría muy agradecida si me deja descansar un momento antes de partir, Señor Martin. -El hombre dio una amable cabezada y la ayudo a subir las escaleras.
-Llámame George.
Al entrar se encontró con lo que efectivamente era un estudio de grabación. George le pidió que se sentara mientras le traía un vaso de agua y descansaba el Cello junto a ella.
-Muchas gracias. -Dijo cuando le trajo el agua.
-¿Estudias música clásica?
-Si, señor. Desde hace seis años.
-¡Vaya! Que bien... Yo también estudié música clásica. Ahora soy productor de un grupo en particular. -Entonces el timbre de la entrada se escuchó por todos los estudios. -Disculpa... Deben ser los muchachos de la banda. -Dijo Martin poniéndose en pie.
-Adelante. -Sonreí, me agradaba mucho. Era un hombre muy amable y había sido muy cortés en ayudarme. En algún lado había escuchado sobre esos Estudios de Abbey Road, pero no le di importancia.
-Paul, el hermoso de la banda... -Decía una voz con burla, mientras otros se reían. No pude evitar reconocer aquel acento.
-Si, si... Suficiente algarabía jóvenes. -Dijo otra voz joven, pero mucho mas refinada.
-Oh vamos, Brian... George nunca habla, cuando lo hace tu lo callas. -Otra voz se presentó, con el mismo acento. Fue entonces cuando entraron cuatro personas nuevas a la sala donde yo me encontraba. Tres muchachos, y otro no tan joven y muy bien vestido, venían junto con el Señor Martin. No podía ser... Eran aquellos idiotas de la portada, no podía ser... Debía salir de allí cuanto antes.
-Ella es Cammeron. -Me presentó amablemente el Señor Martin. -Cammeron, supongo que ya sabes quienes son ellos.
-Me temo que si... -Susurré.
-El es Brian, el Manager de la banda. El es Richard, Paul y George.
-Hola... -Saludó el mas alto y apuesto con un brillo en los ojos.
-Llámame Ringo... -Sonrío amablemente el mas bajito.
-Llámame George. -Dijo el último y quien mas acento de Liverpool tenía, yo solo sonreí. Mientras el resto soltaban una modesta carcajada. Estaba allí congelada. El que se llamaba Paul se sentó junto a mi, mientras me miraba directamente a los ojos, quizás quería intimidarme, pero yo, aunque me encontraba allí aterrorizada, no dejaría que nadie lo notara, no baje mi mirada en ningún momento, mostrándome algo desafiante.
-Yo te conozco... -Murmuró Paul con una sonrisa inocente después de unos segundos de ardua lucha de miradas.
Entonces me vino a la mente, un chico zurdo y algo regordete, pero bastante apuesto. Aquel joven tan talentoso, lo había olvidado por completo. Sentí una mezcla de emoción y miedo en mi interior, pero no pude evitar sonreír.
-¡Si! -Exclamó, como si me delatara mi sonrisa- ¡Claro que te conozco! ¿Como estás? ¡Han pasado años!
-Así es... -Respondí mas tranquila que el, pero igualmente emocionada por dentro, la melancolía me estaba invadiendo.
-¿Te fuiste de Liverpool no?
-Si, me fui de Inglaterra de hecho. Hace unos días regrese por cuestiones de estudio. -Explique, lo mas amable que me fue posible.
-Vaya, que gusto...
-¿De donde se conocen? -Preguntó Martin confundido. Los otros dos muchachos se encontraban mirándonos igual de confundidos desde el otro sofá. Y Brian miraba una agenda telefónica con estrés.
-Ella vivía el Liverpool. La conocí el mismo día que conocí a John. -Explicó Paul a George y a los otros muchachos, mientras un horrible peso caía en mi estómago al escuchar aquello.
-¡Vaya! ¡Que pequeño es el mundo! -Comentó el Señor Martin, sin darle mucha importancia.
-¿Tu eres Cammeron? -Preguntó George, el muchacho, con un serio semblante, que reflejaba un poco de sorpresa.
-Si imbécil. Es lo que dijeron desde que la vimos. -Murmuró Ringo sin mirarme a mi ni a su amigo.
-No, es que... John me ha hablado algo de ti. Jamás pensé que te conoceríamos al fin.
-¿Algo? -Bromeó Paul arqueando una ceja. Cada vez me sentía mas incómoda.
-Chicos, necesito que vayan a ensayar. -Interrumpió Brian.
-No podemos ensayar sin John... -Se encogió de hombros George.
-No importa, vayan a instalarse.
Los tres jóvenes obedecieron, mientras el timbre volvía a sonar. Todos salieron de la sala, dejándome allí sola. Debía irme ya. Tomé el Cello y me puse de pie, salí de la sala de estar aún con el corazón acelerado. Pero al salir al recibidor, mi corazón se paró por unos segundos y no pude seguir caminando.
OMG OMG OMG OMG MORIRÉ OMG OMG
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